Un solemne mensaje del progresismo de esa pléyade de memos que pretenden proteger a los simios -bisabuelos de nuestra especie- con mayores garantías que las conferidas por ley al cigoto o al nasciturus que habita el seno de la madre suspirando por su tutela, dadas sus ganas de vivir. Acaso sea la escuela superior de la mamancia presupuestaria que establecerá un nuevo curso para educar a los perros en el noble arte de fornicar como modelo para nuestros pequeños, o instruir a los becerros en el modo de estimular más la libido y preñar de esta guisa su harén de vacas y terneras para mayor regocijo de su verga y un mejor sabor en la leche que nutre a los humanos. ¡Qué locura la de estos seres redimidos de su insuficiencia cultural por el placer, gracias a la enorme sabiduría de esos académicos que impulsan y mejoran las bellas artes de la manopla! En caso de estimar razonable esta didáctica escolar de los pedagogos extremeños a estas alturas de la vida, necesario será regresar al Ars amandi del poeta latino Ovidio -causa de su destierro en aquel decadente Imperio Romano, tal vez por su libertino menester de vate- para disfrute de jóvenes ineducados de secundaria, seminaristas virtuales no liberados, o suspectos curas de aldea que perdonan los pecados de pastores y ovejas descarriadas según el célebre tratado de moral “Energía y Pureza” del obispo húngaro Tihamer Thot, que leí con pasmo en mis años de educación sentimental no precisamente laicista.
¿Quién me iba a decir que en las postrimerías de la madurez debería descubrir eso de “la autoexploración sexual” o el “autodescubrimiento de nuestro placer” o la “masturbación y juguetería erótica” que se enseña en los talleres (término masónico, por cierto) de Navalmoral de la Mata o en la imperial Trujillo? Propongo a los ilusos gobernantes de Extremadura crear un concurso nacional de masturbadores, y al premiado le doten, con instrumental suficiente y aditivos, una cátedra volante por plazas, pueblos, aldeas y escuelitas de España; todo un servicio a la modernidad, una aportación del Neandertal a la cultura progresista del siglo XXI. Quizá un recurso para exportar pedagogías en tiempos de recesión, y mejorar así la balanza de pagos, o un mérito para que la Academia de Ciencias sueca, al fin, otorgue otro Nobel, ya tardío tras el del Dr. Severo Ochoa. En cualquier caso, a mí me consuela mucho más el prudente admonitum del ya lejano confesor mío: “No lo hagas, pues te quedarás ciego”. Amén.
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