miércoles, 30 de septiembre de 2009

Una estrategia para Cuba



El concierto organizado por el cantante colombiano Juanes en La Habana al que han asistido cerca de un millón de cubanos ha sido visto por una parte de la disidencia en el exilio como una muestra intolerable de colaboración con el régimen castrista, mientras que otros grupos opositores, entre ellos la poderosa Fundación Nacional Cubano Americana, lo han acogido favorablemente al verlo como un germen del regreso de la libertad a la isla. Ahora que Fidel prolonga su agonía recluido en una suite de hospital, nadie duda de que está próxima una nueva etapa y que tras la desaparición del dictador las cosas cambiarán necesariamente. De la misma forma que tras la muerte de Franco, España experimentó una transición pacífica a la democracia, Cuba debe prepararse para una operación similar en la que Raúl Castro tiene asignado el papel de Arias Navarro y el Adolfo Suárez caribeño que sepa pilotar el proceso vela las armas en las filas del partido único presto a saltar al ruedo cuando el dinosaurio pase a mejor vida. Desde esta perspectiva, el multitudinario acontecimiento musical del pasado domingo ha de ser interpretado bajo una luz optimista. El gentío que bailaba y coreaba las canciones de los intérpretes allí reunidos para emocionarles y hacerles olvidar por unas horas las penurias a las que el sistema totalitario que padecen les ha condenado, no ha conocido otra cosa que la propaganda masiva y las consignas pétreas de sus opresores. Por tanto, esa jornada de música llegada del exterior ha sido una rendija abierta a otro mundo, un mundo en el que las personas son libres de poner un negocio, de emitir sus opiniones sin miedo, de viajar adonde desean, de disfrutar de su propiedad legítimamente conseguida, de navegar por internet sin trabas y de fundar y difundir un medio de comunicación. Un mundo en el que los comercios rebosan de productos, en el que no hay restricciones de electricidad y en el que también se vela por los débiles, los enfermos, los ancianos y los desfavorecidos. Un mundo, en fin, en el que los seres humanos pueden disponer sobre sus vidas sin riesgo a ser encarcelados o ejecutados por oponerse pacíficamente al gobierno. La mejor estrategia de los países occidentales en relación a Cuba en este período decisivo no consiste en adular a los verdugos del pueblo ni en encerrar a la sociedad cubana en un cerco de embargos o sanciones económicas. Es el momento de contactar directamente con la ciudadanía, sobre todo con las jóvenes generaciones, y multiplicar las inversiones, los intercambios, el turismo, las actividades académicas conjuntas y los ofrecimientos de amistad y de colaboración. Hay que prescindir de los dirigentes acartonados incapaces de evolucionar y dialogar con las capas más dinámicas de la Administración y de la intelectualidad. Cuba no alcanzará la libertad en la era post-castrista a través de la presión o de la fuerza, sino mediante el convencimiento. Así sucedió en Europa del Este hace veinte años y así sucederá en Cuba más pronto de lo que imaginamos.

Escrito por Aleix Vidal-Quadras, Eurodiputado